El templo

    Caballeriza y cuartel del ejército imperial francés -durante la ocupación napoleónica, a principios del del siglo XIX-, Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1975, joya del Neoclasicismo gaditano, monumento imprescindible…

    Emergiendo después de no pocas vicisitudes históricas ha alcanzado el siglo XXI como uno de los monumentos religiosos más importantes de la Bahía de Cádiz y, obviamente, de Chiclana de la Frontera.

    Visitar la iglesia de San Juan Bautista es obligatorio, casi, para cualquiera de los turistas que acuden a la villa. Su ligazón con la tradición neoclásica -que tanto predicamento tuvo en el sur- la convierte en imprescindible.

    Un monumento espiritual

    Padre Francisco José Aragón Calderón

    El exterior

    La impresión inmediata, al contemplar su (serenísima) fachada principal, es magnífica.

    La puerta, colocada en el centro, tiene como remate un frontón triangular; se compone de dos cuerpos flanqueados por columnas pareadas de orden corintio, coronadas por un segundo frontón curvo.

    Su aire catedralicio impresiona a primera vista. Tres son las calles que la estructuran, articuladas a través de cuatro pilastras enormes de orden jónico. Lateralmente se sitúan dos arcos de medio punto, así como vanos, rectangulares y circulares.

    Ubicada en la plaza Mayor, esta importante iglesia se alza sobre una planta de salón con tres naves -una central considerablemente más ancha que las laterales-, y presenta el crucero cubierto por una cúpula sobre pechinas (compuesta por tambor octogonal y cubierta de casquetes).

    En cuanto a la torre -de caracteres barrocos típicos de mediados del siglo XVIII-, ésta se halla aislada de la iglesia y es de planta cuadrada; con un primer cuerpo que alberga un arco de medio punto (que da paso a la calle donde se ubica). Una planta octogonal le sigue, articulada mediante pilastras y rematada por un casquete semiesférico. No obstante se trata de una obra inacabada… Con el encanto que solamente pueden tener las obras inacabadas, claro está.

    Plaza Mayor, con la Iglesia de San Juan Bautista y el Arquillo del reloj Spherical Image - RICOH THETA

    El interior del templo

    Las naves están separadas por medio de pilares cuadrados con pilastras jónicas adosadas. La cabecera es de planta rectangular, mientras que las dos capillas situadas a ambos lados son ovales. Las cubiertas están resueltas mediante bóvedas vaídas. A los dos lados de la capilla mayor están colocadas sendas capillas de planta elíptica, articuladas por pilastras jónicas.

    En su interior se conserva parte del bajorrelieve dedicado al Descendimiento que perteneció a su retablo mayor (obra realizada hacia 1552 por el escultor de origen flamenco Roque Balduque junto al pintor Andrés Ramírez), así como dos lienzos barrocos atribuidos a la escuela de Zurbarán.

    Altar mayor y nave central de la Iglesia Mayor, Parroquia de San Juan Bautista. Spherical Image - RICOH THETA

    La historia

    Torcuato y torcuato

    Hubo un templo anterior datado en 1510 sobre el que se levantó esta iglesia, la más señera de Chiclana. En aquel solar se acometieron en 1773 las obras de un panteón que terminaron en derribo, dado que los muros se habían resquebrajado.

    1776

    Se inició entonces un nuevo proyecto -en 1776-, con la primera piedra colocada por el canónigo D. Andrés del Barco (comisionado por el Obispo de la diócesis, Fray Tomás del Valle). Así comenzó la construcción de la nueva iglesia, en el último tercio del siglo XVIII y bajo la dirección de Torcuato Cayón de la Vega, arquitecto gaditano (responsable, igualmente, de la ermita de Santa Ana). Cayón, del que se conserva un retrato en la catedral de Cádiz, continuó con las obras hasta su fallecimiento.

    1815

    Entonces tomó el testigo Torcuato José de Benjumeda, quien trabajó en ella hasta su muerte en 1836. Benjumeda acabó en 1815, una vez finalizada la ocupación francesa, relata José Luis Aragón Panés, en su “Breve historia de Chiclana” (2011). Él fue el que perfiló la personalidad neoclásica del edificio que todavía perdura.

    La invasión francesa

    Sin embargo, el templo consagrado a la figura del Bautista hubo de sufrir daños graves y expolios a lo largo de la contienda contra los invasores napoleónicos.

    Arquitectura religiosa

    Constituye un ejemplo de arquitectura religiosa que, en un contexto bélico, adquiere usos adaptados a la situación (en este caso, los franceses la tomaron como cuartel). No sería, por lo demás, el único contratiempo que soportó: a finales del siglo XVIII, la prohibición de importar mármol italiano se había traducido en la necesidad de contar con recursos locales. De ahí que hubiera que recurrir a la conocida como piedra ostionera -obtenida de la playa de La Barrosa-, e incluso a lo que quedaba del antiguo castillo.

    Tanto Cayón como Benjumeda -ambos arquitectos y con relación de parentesco pues eran padrino y ahijado, respectivamente-, fueron vitales en la construcción de los edificios más importantes de Chiclana. Tanto las muestras de arquitectura religiosa como los ejemplos de proyectos civiles chiclaneros, en su mayoría, llevaron la firma de estos profesionales.

    Sin olvidar a actores secundarios no menos relevantes: desde Manuel Espinosa (cantero, profesor y aparejador) a Pedro Ovando (maestro albañil de la villa), pasando por benefactores harto conocidos en el pueblo (Nicolás de la Cruz Bahamondeconde de Maule, o Antonio Pizano, entre otros).

    Ciudad neoclásica

    El templo, de medidas inusuales y extraordinaria presencia, simboliza el original neoclasicismo gaditano

    Juan Carlos Rodríguez

    Templo. Antonio Amado

    Se trata de un ejemplo arquitectónico extraordinario, de un edificio que habla y es capaz de contar su propia historia, piedra a piedra: el relato de una villa que vivió tiempos de pesadilla, “un verdadero cataclismo”, en palabras de Aragón Panés. La Guerra de la Independencia, conocida también como la Guerra de la Usurpación (1808-1814), supuso un antes y un después en el pueblo chiclanero.

    Su condición de pueblo de frontera “entre la España ocupada y la España libre”, se saldó con una ocupación francesa nefasta para el campo, que implicó numerosas tropelías, amén de “la muerte de muchos hombres inocentes”, tal y como rememoraba amargamente en su epistolario la gran Frasquita Larrea. Por eso, pasado aquel infausto período, la iglesia se convirtió en el símbolo de un renacimiento que, unido a la propia concepción del templo -de vuelta a la pulcritud clasicista-, lo han convertido en un icono chiclanero por derecho. Representa, asimismo, “la íntima vinculación de Chiclana con la capital, con su arquitectura y con su economía”, concluye Rodríguez.

    Los espíritus celestes de la tradición cristiana -los ángeles- están muy presentes en la producción gaditana neoclásica, generosa en este tipo de elementos (ya fuera en retablos o en ejemplos como el espectacular friso de la iglesia chiclanera, realizado por el riojano Cosme Velázquez). Si bien no fue un ángel, sino el arcángel San Gabriel, quien asignó a San Juan Bautista la difícil misión de servir de avanzadilla a Jesucristo. Así lo cuentan Manuel Meléndez Butrón y Francisco Javier Yeste Sigüenza en “Calles y plazas de Chiclana de la Frontera (Nomenclatura histórica desde 1700)”, donde destacan la figura bíblica, patrón de Chiclana desde 1916 (su fiesta tiene lugar el 24 de junio). El hijo de Isabel -prima de la Virgen María- y Zacarías goza de una consideración especial en la Iglesia, tanto católica como ortodoxa”, dado que es “el último de los grandes profetas del pueblo de Israel”, escriben.

    Visitarla es un mandato, prácticamente, para cualquier huésped, turista o viajero que pase por la villa de Chiclana de la Frontera, ciudad neoclásica.

    Isabel Guerrero, periodista

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